domingo, 7 de abril de 2024

A 60 AÑOS DE LA MUERTE DE MI PADRE

 



A 60 años de la muerte de mi padre

Por Freddy Lara Felipe

“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.”
                              Isabel Allende Cuentos de Eva Luna

 


Ha pasado mucho tiempo desde aquella prima noche en que recibí la infausta noticia del fallecimiento de mi padre Wenceslao Lara (laito), eso ocurrió el    miércoles 8 de abril del año 1964. Para entonces yo era un hombrecito de catorce años, el mayor de cuatro hermanos, fruto de la unión de mi papá con mi madre Rafaela Felipe (fella).

Nosotros éramos una familia como otra cualquiera, vivíamos modestamente de los magros ingresos que generaba una pequeña sastrería traumaste propiedad de mi progenitor, la cual cambiaba de lugar cada temporada, en menos de cinco años (1957-1962) estuvo localizada en la capital, Haina, Maimón (cerca de la mina de hierro) y por último en el batey Palave. Esos años parece que fueron los peores de la dictadura de Trujillo y el maestro laito (como lo conocían) parece que pensaba que cambiando de lugar podría sacar su negocio adelante. En ese trajinar, ocurrió un acontecimiento inesperado, mataron al jefe el 30 de mayo del 1961. A partir de ese hecho, el ritmo del país dio un cambio brusco, del silencio y los rumores clandestinos que tenían como telón de fondo el régimen, se pasó   al grito, primero tímido y luego desafiante, de navidad con libertad y Balaguer muñequito de papel   

Bajo el estado de incertidumbre que imperaba en los meses posteriores a la caída de la dictadura, en la navidad de 1961, a Luisa Lara, mi hermana, la hija mayor de mi progenitor, fruto de una unión anterior, se le ocurrió la idea de armarle a nuestro padre un viaje a New York. Todavía recuerdo esa madrugada de enero cuando mi papá se despidió de nosotros con los ojos llorosos, iba en busca de mejor suerte.

Supongo la impresión que tuvo Wenceslao de New York en invierno, cuando sus ojos vieron la nieve por primera vez en su vida, aquellos grandes edificios y una lengua que no entendía, tal vez por eso, en una carta que le escribió a mi mamá le expresó “Fella, el león no es como lo pintan”

Para hacerle la historia corta, al poco tiempo de residir en la ciudad de los rascacielos, mi papá comenzó a sentirse mal de salud, aun así, sacó fuerzas para colaborar con la reactivación del PRD en New York que encabezaba, entre otros Porfirio Golibart, hubo un hálito de esperanza cuando el profesor Bosch se impuso en la contienda electoral celebrada el 20 de diciembre de 1962, la primera justa democrática luego de la caída de la dictadura. Así Juan Bosch asume la primera magistratura del Estado el 27 de febrero del 1963. Mi padre regresó de New York casi inmediatamente, pensando que recuperaría la salud y podría trabajar en el gobierno o en otro lugar, pero no fue así, el golpe de estado contra el gobierno de Bosch, ocurrido el 25 de septiembre de 1963, lo sorprende en cama de enfermo, finalmente fallece el 8 de abril de 1964, dejando como única herencia, una viuda sin recursos con cuatro hijos que mantener.

Lo que le he contado hasta ahora, no auguraba, en términos probabilísticos, para mi familia un final muy feliz. ¿Qué se podía esperar del destino de una viuda pobre con un cuadro de hijos pequeños? Eran varios los escenarios posibles;(a) Mendigar; (b) Delinquir; (c) Resignarse a la pobreza; (d) trabajar y estudiar. Escogimos el ultimo camino y la historia que casi siempre ocurre, no se repitió.

La pregunta obligada es ¿Porque ocurrió el milagro? La respuesta es sencilla y a la vez profunda, todo tiene una relación causa-efecto, aunque algunos creen que lo que a uno le sucede es cuestión de suerte o mala suerte, no obstante, tenemos que aceptar que el azar juega su papel, pero como variable explicativa de algunos resultados no llega al 5% de ponderación.

En el caso de mi familia se conjugaron varios factores, uno muy trascendente fue la armonía, aun en la precariedad, de mis progenitores, otra fue la visión que tenía mi padre sobre la importancia de la educación, aunque fue un autodidacta y por último la gran responsabilidad paterna.

Por esas casualidades de la vida, yo fui el hijo mayor del segundo matrimonio tanto de mi padre como de mi madre y esa condición me dio la oportunidad de entender todo lo que él comenzó a enseñarme desde que yo tenía seis años hasta los catorce, cuando la enfermedad lo venció. Es oportuno decir que cuando yo nací mi papá tenía 45 años, para la época se consideraba una persona mayor, la esperanza de vida no llegaba a 60 años, por esa razón, asumo yo, él se esforzó en darme muchos consejos sobre comportamiento, disciplina, obediencia y tenacidad, además me creo el hábito de la lectura diaria, aritmética, corte y confección de pantalones, entre otros conocimientos. No parece casual que me enseñara la técnica del corte de pantalones en los últimos meses de su existencia.

Por lo dicho en el párrafo anterior, yo estaba preparado para tomar las riendas de la familia después de la partida de mi padre, tanto por el carácter que él me forjó, como por las habilidades que logre desarrollar bajo su tutela. La primera decisión que tome después de su deceso, sin que nadie me lo pidiera, fue suspender los estudios, cursaba el séptimo grado en ese momento, para irme a trabajar como operario en una sastrería en Haina, allí residía mi madrina Doña Pura Maldonado, prima hermana de mi papá, quien me alojó en su casa. Después de trabajar allí por unos meses, regresé a la capital y junto a mi madre y mis hermanos comenzamos a tratar de sobrevivir. Fue muy duro, llegamos a habitar en viviendas precarias (cuarterías), mi mamá era muy habilidosa, para conseguir algunos ingresos, llego hacer trabajos tan vario pintos como ama de llave de un cónsul americano, coser camisas por docena, leer horas santas y rosario en conmemoración de difuntos, leer la taza a mujeres que tenían más de un enamorado y querían saber cuál le convenía o si el viaje que tenían en proyecto iba a ser posible y finalmente termino administrando dos comedores.

Por otro lado, justo a un año del fallecimiento de mi padre, estalló la revolución del 24 de abril de 1965, en ese momento vivíamos en el barrio San Juan Bosco, dentro de la zona que controlaban los americanos. La situación era difícil, pero se presentó una oportunidad de ganar algún dinero cargando latas de agua en carretillas desde el tanque del acueducto de la calle San Juan Bosco, yo y mi hermano Valerio éramos los únicos muchachos que sus padres le permitían salir a la calle por el peligro que representaba una bala perdida. Al día hacíamos 15 o 20 viajes en una carretilla que le cabían 4 latas de agua y cada viaje representaba un peso (el salario mínimo mensual de la época eran RD$60).

En el año 1965 Valerio y yo ingresamos al Liceo Secundario Unión Panamericana, recién fundado, allí nos graduamos de bachilleres yo y todos mis hermanos y luego hicimos carrera universitaria. Lo otro es historia.

Wenceslao Lara, nos dejaste un gran legado y por eso te recordamos 60 años después de que te fuiste del plano terrenal y recitamos parte de una estrofa que escribiste cuando tratando de decir en versos lo que sentías “En un campo de caña en plena zafra/donde el hombre en su afán se desmayaba/por encontrar el pan que allí buscaba/ para unos niños que esperaban…”    

No hay comentarios:

Publicar un comentario